Uno de los mayores recuerdos y enseñanzas que adquirí en mi paso por la Facultad de Derecho, fue la de un magnífico profesor, quien nos decía que los atributos más importantes que un buen asesor debe tener son la pausa, la estrategia y la determinación. La pausa entendida como capacidad de análisis; la estrategia, como diversidad de planes para conseguir el objetivo de nuestro cliente, teniendo un gran abanico de soluciones que nos permitan, si nos vienen mal dadas, adaptarnos fácilmente y seguir con el plan y, por último, la determinación para creer, pelear y estudiar como locos para que el objetivo de nuestro cliente se cumpla sí o sí.
Y es, a partir de esta reflexión, por la que decidí iniciar Lozano-Cuéllar, para poder brindar a nuestros clientes un asesoramiento verdaderamente adaptado a sus proyectos y necesidades, en los que pleitear sea únicamente una opción y en la que el valor del asesoramiento se preste utilizando las herramientas y el conocimiento de todos los profesionales de nuestra firma con un único fin: conseguir los objetivos de nuestros clientes.
Nuestros clientes tienen objetivos que muchas veces no conocen (…) nuestra labor es escucharLO, dejarle ser él mismo (…) pero TAMBIÉN mostrarle todo lo que puede llegar a conseguir.
Y créeme cuando te digo, que nuestros clientes tienen objetivos que muchas veces no conocen y que la mayoría de las veces, nuestra labor como firma y como asesores, es escuchar a nuestro cliente, dejarle ser él mismo, propiciar que se encuentren cómodos con el planteamiento que se realiza y, sobre todo, mostrarle todo lo que pueden llegar a conseguir, analizando su situación desde todos los prismas posibles.
Pero todo esto tiene un sentido y no es otro que la era en la que nos encontramos. Cambios continuos, velocidad, vértigo, agilidad… Una realidad que nos depara un futuro apasionante, pero cada vez más técnica, cambiante y efímera, en la que la única verdad existente es que las personas debemos conseguir adaptarnos a ella y en la que el valor personal, la especialización y, sobre todo, la capacidad de plantear estrategias que nos permitan adaptarnos rápidamente a esos cambios, se tornan en fundamentales en todas y cada una de las aristas de nuestro día a día, y no iba a ser menos en el sector del asesoramiento y de los servicios profesionales.
La estrategia de verdad a servicio del cliente, de su futuro, de su tranquilidad, de su fortaleza y de sus objetivos, entendiendo nuestra profesión como decía aquel profesor, como un conjunto perfecto de atributos que logren que el cliente que acuda a nuestra firma se sienta único, protegido, pero sobre todo comprendido, motivándolo a conseguir su mejor versión y la de su negocio.